Daniela era una chica mala, pero no en el sentido de ser rebelde sino que era mal agradecida con las personas que la amaban.
Iba a la universidad y le encantaba andar en la pasividad; se la llevaba tranquila y no le preocupaba ir bien o mal en la escuela.
A pesar de esto, tenía buen corazón y sus acciones no las hacía adrede o con el afán de lastimar a alguien.
No era muy buena en su trabajo, y por supuesto, no era perfecta. Hacia lo que todas las chicas de 20 años hacían, bueno, no mucho.
Un día tuvo una conversación con su novio que iba más o menos así:
- ¿Por qué me amas?
- No sé, simplemente lo hago.
- ¿Por qué lloras por mí?
- No sé, sólo lo hago.
- Si yo te lastimo ¿Por qué sigues conmigo?
- No lo sé, ¡soy un imbécil! L
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